A los 32 años, Selene Lizbeth Fernández Valverde recibió en marzo pasado, en París, Francia, la Beca L’Oréal-UNESCO en la categoría International Rising Talents, por su trabajo en el conocimiento y análisis del ácido ribonucleico (ARN). Originaria de Toluca, Estado de México, la investigadora del Laboratorio Nacional de Genómica para la Biodiversidad del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (LANGEBIO-CINVESTAV), Unidad Irapuato formó parte del grupo de las 15 jóvenes científicas que ganaron a nivel mundial el galardón en su edición 2018.
Desde 1998, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Fundación Empresarial L’Oréal promueven los trabajos realizados por científicas que contribuyen a afrontar los importantes desafíos planteados a la humanidad. Cada año, el programa La Mujer y la Ciencia pone de relieve la excelencia de la mujer en el quehacer científico y estimula a las científicas de talento.
En 20 años, el Premio ha recompensado a más de 102 científicas de 30 países, tres de la cuales, recibieron el Premio Nobel. Asimismo, ha concedido más de 3 mil 100 becas nacionales, regionales e internacionales a jóvenes de 115 países para que puedan proseguir sus trabajos de investigación.
La categoría con la que ganó Selene Lizbeth —International Rising Talents—, es un paso intermedio entre la Beca L’Oréal-UNESCO-AMC-CONACYT (premio nacional que obtuvo en el año 2016) y el internacional, que reconoce a científicas consolidadas, el cual, ya han ganado otras dos mexicanas. La beca le permitirá continuar sus estudios en ARN no codificante, área de frontera en la ciencia que busca entender para qué funciona gran parte de esta información genética que permanece, en su mayoría, como un misterio.
La licenciada en ciencias genómicas por la Universidad Nacional Autónoma de México y doctora en bioinformática por la Universidad de Queensland, Australia, obtuvo la beca nacional para mujeres en la ciencia, lo que permitió hacerla elegible en el galardón internacional de jóvenes promesas, donde concursaron 127 investigadoras de todo el mundo. “Fue una sorpresa y un honor porque son muchas mujeres compitiendo”, dijo en entrevista.
La también catedrática CONACyT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología), estudia un tipo de moléculas catalogadas como ARN no codificante, descubiertas hace una década y de las que se conoce muy poco. Existen diferentes tipos de ARN, y el más conocido es el “mensajero”, que lleva información del ácido desoxirribonucleico (ADN) a los ribosomas, donde se sintetizan las proteínas. Su secuencia de nucleótidos en el ARN determina la secuencia de aminoácidos de una proteína, por lo que se dice que es “codificante”.
Las moléculas que estudia la investigadora “no codifican” y durante mucho tiempo se desestimó su función, pero poco a poco se ha revelado más sobre qué papel juegan en el gran rompecabezas genético. “Este tipo de genes están presentes en el maíz, el frijol, en los humanos y los ratones, así como en la mayoría de los organismos que estudiamos”, señaló.
En el LANGEBIO-CINVESTAV, la especialista genera programas de cómputo —junto con su equipo integrado por siete estudiantes desde licenciatura hasta doctorado— para realizar comparaciones entre distintos organismos y saber qué partes de estas moléculas pueden ser importantes.
En el mundo existe un gran interés por llenar ese hueco del conocimiento y por la excitación de descubrir algo nuevo de un campo que se desconocía hace tan solo 10 años. Hay grupos destacados de investigación en Israel, Estados Unidos y Europa, puesto que el área se vincula a muchas otras del conocimiento.
“Si buscamos, por ejemplo, genes asociados a una enfermedad como la diabetes, encontraremos que existen muchas mutaciones que caen en estas moléculas, pero como no sabemos qué hacen, ignoramos esas regiones.
“El mayor problema es que en el genoma humano hay más de 15 mil ARNs largos no codificantes y solo se conocen las funciones de poco más de 300, eso hace muy difícil saber que están haciendo y lo que queremos es generar programas que permitan hacer esta caracterización de manera más sencilla”, explicó.
De lo poco que sí se sabe, aclaró, es que estas moléculas cambian en la forma en que encienden y apagan los genes. “Todas nuestras células tienen el mismo ADN, pero no son iguales si están en la piel o en el ojo, por ejemplo, lo que cambia es la cantidad que tienen de cada gen”.
La científica hizo la siguiente analogía: pensemos que las proteínas son como materiales de construcción. Construir una casa o un rascacielos requiere del mismo tipo de materiales, la diferencia está en su cantidad y cómo se mezclan unos con otros.
“De igual forma, en todas las células tenemos la misma posibilidad de generar componentes, pero los ARN participan mucho en su control, como los ingenieros que ponen las cosas juntas para construir un edificio. No son los únicos, también hay proteínas que realizan esta función, no obstante, es por ello que nos interesa conocer mejor estos ARNs, para así entender cómo encienden y apagan genes”.
Hay ciertas enfermedades complejas que no se entienden bien debido a que hay más de un gen implicado, añadió, por lo que el problema es desconocer el funcionamiento en conjunto. El ARN cambia rápido y por eso son moléculas cruciales. “Son más flexibles que las proteínas, esto es, si cambiamos un bloque de la construcción el resultado será más drástico y potencialmente peligroso, a diferencia del ARN, donde se pueden adquirir nuevas funciones con relativo bajo riesgo”.
Refirió que la biología molecular es cara, así que en la búsqueda de mantener la competitividad internacional en el área se requieren recursos para realizar pruebas experimentales, parte de los cuales ha obtenido ya con sus dos becas para La Mujer y la Ciencia. “Queremos probar si nuestras predicciones son correctas y así mejorar nuestros métodos, los cuales podría usar toda la comunidad científica”.
La noticia le llegó por correo
Con un tono de voz impregnado de emoción, la joven científica recordó cómo recibió la noticia de que era una de las 15 jóvenes científicas ganadoras a nivel mundial de la Beca L’Oréal-UNESCO.
“La noticia la recibí en un correo desde noviembre del año pasado de parte de un representante de L’Oréal, fue muy bonito y sentí mucha emoción. Nos dieron la indicación de no decir nada hasta que se diera a conocer la información el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo”, recordó.
Para poder recibir la beca, previo a la premiación, la científica y las otras galardonadas recibieron cursos de administración de recursos humanos, liderazgo y propiedad intelectual en una de las mejores escuelas de administración del mundo: la CEDEP, ubicada en la ciudad de Fontainebleau, Francia.
Durante una semana, en París, participaron en entrevistas, asistieron a una sesión extraordinaria en la Academia de Ciencias de Francia y ofrecieron una conferencia científica el 21 de marzo pasado, en la que se entregaron los reconocimientos a las becadas del International Rising Talents.
“La experiencia en París fue muy enriquecedora. Disfruté mucho conocer a científicas que realizan ciencia de vanguardia en todos los rincones del planeta. Aprendimos nuevas herramientas en los cursos y discutimos estrategias para avanzar en el ámbito profesional y remontar los retos que representa realizar ciencia en nuestros respectivos países”, concluyó la joven científica.
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Isaac Torres y Anayansin Inzunza
Imagen: Agencia CONACyT.